El consumo de azúcar blanca refinada, ya sea de forma directa o a través de platos elaborados como en repostería, dulces, helados, galletas, mermeladas, chocolate, refrescos y otros tipos de bebidas azucaradas, afectan la salud psico-física de los seres humanos.

En el Libro Sugar Blues, el autor explica cómo el consumo de azúcar está implicado en un síntoma al que denominó Sugar Blues (enfermedad del azúcar, o síntoma de melancolía y depresión generada por su consumo).

Cuando una persona padece depresión, ataque de pánico o algún tipo de psicosis, muchas veces se puede comprobar que en su dieta hay una gran cantidad de azúcar refinada.

Cuando se habla de necesidad de azúcar en el torrente sanguíneo, esto se refiere a la necesidad de GLUCOSA sanguínea. La glucosa es el azúcar que se encuentra junto con otros azúcares en frutas y verduras, y es clave en el metabolismo de todas las plantas y animales. Muchos de los alimentos que consumimos se convierten en glucosa en nuestro cuerpo y de ella se alimentan las células del organismo.

El azúcar de las frutas se llama fructosa, el de la malta: maltosa, el de la leche: lactosa y el azúcar refinada de caña: sacarosa. La dependencia de la sacarosa es algo nuevo en la historia del ser humano. Cuando hablamos de la importancia del azúcar como componente esencial en el cuerpo humano como fuente de energía y su metabolización para producir calor, hablamos de la glucosa que nuestro propio cuerpo fabrica.

El cerebro es el órgano más sensible del cuerpo, así que la diferencia entre sentirse animado o decaído, calmado o irritado, inspirado o deprimido, depende en gran parte en lo que comemos.

Para que nuestro cuerpo funcione adecuadamente, la cantidad de glucosa sanguínea debe estar en equilibrio con la cantidad de oxígeno en la sangre.

¿Qué nos ocurre cuando las células del cuerpo, especialmente las del cerebro están crónicamente desnutridas?

Las células más débiles y más vulnerables son las primeras afectadas. Cuando todo funciona bien, este equilibrio se mantiene con mucha precisión bajo la vigilancia de nuestras glándulas adrenales.

Cuando tomamos azúcar refinada (sacarosa) rápidamente se convierte en glucosa, por lo que escapa al proceso químico en el cuerpo. La sacarosa pasa directamente a los intestinos, en donde se convierte en glucosa pre-digerida. Ésta a su vez es absorbida por la sangre, donde el nivel de glucosa ha sido ya establecido en un equilibrio preciso con el oxígeno. Esto provoca que el equilibrio se destruya y el cuerpo entre en crisis. El cerebro es el primero en registrarlo. Las hormonas fluyen de las cápsulas adrenales y almacenan todo recurso químico para enfrentarse al azúcar: la insulina de los islotes endocrinos del páncreas trabaja específicamente para retener el nivel de glucosa en la sangre, función antagónico-complementaria a las hormonas de adrenalina que elevan el nivel de glucosa. Todo esto ocurre a un ritmo de emergencia con resultados predecibles. Desciende el nivel de glucosa en la sangre y aparece una segunda crisis como consecuencia de la primera. Los islotes pancreáticos tienen que cerrarse, y lo mismo tienen que hacer algunas partes de las cápsulas de adrenalina. Deben producirse otras hormonas de adrenalina para regular el reverso de la dirección química y elevar nuevamente el nivel de glucosa en la sangre.

Todo esto se refleja en la forma como nos sentimos. Mientras la glucosa es absorbida por la sangre, nos sentimos animados.

Sin embargo, después de este impulso de energía viene una depresión, cuando la glucosa comienza a bajar nos sentimos inquietos, cansados, necesitamos hacer un esfuerzo para movernos o incluso pensar, hasta que se eleva de nuevo el nivel de glucosa. Podemos estar irritables, nerviosos y alterados. Si continuamos consumiendo azúcar, una nueva crisis empieza antes de que termine la anterior.

Tras varios años el resultado final son glándulas adrenales enfermas. La producción de hormonas en general es baja, las cantidades no se amoldan. La alteración funcional desequilibrada se refleja en todo el circuito endocrino. Muy pronto el cerebro puede encontrarse en dificultades para distinguir lo real de lo irreal. Cuando el estrés se interpone en el proceso, nos desmoronamos porque no tenemos ya un sistema endocrino sano para enfrentar cualquier contingencia. Día a día nos encontramos con una falta de eficacia, siempre cansados, y realmente sufrimos de la enfermedad SUGAR BLUES.

¡Corta tu adicción al azúcar ya!