Es cierto que la grasa tiene 9 calorías por gramo, versus 4 calorías por gramo de las proteínas o los hidratos de carbono. Lo que no se tiene en cuenta es la capacidad saciante de las grasas (también de las proteínas), mientras que los hidratos de carbono, especialmente los refinados, generan picos de azúcar en sangre que hacen que tu cuerpo “reclame” más carbohidrato. Las calorías importan, pero importan más tus hormonas.

En la década de los 50 y 60, nos hicieron creer que las grasas (especialmente las grasas saturadas) tenían incidencia en las enfermedades coronarias. Hoy sabemos que es totalmente errónea esta teoría.

Una dieta baja en grasas es antinatural, y no es lo que tu cuerpo espera para estar saludable.

TIPOS DE GRASA

Se distinguen dos tipos principales de grasa:

Grasas insaturadas, formadas principalmente por ácidos grasos insaturados, y que se subdividen a su vez en:

–          Grasas monoinsaturadas: son líquidas a temperatura ambiente. Se encuentra en alimentos como aceite de oliva, aguacate y almendras.

–          Grasas poliinsaturadas: son líquidas incluso a bajas temperaturas, y proceden principalmente de fuentes animales (pescados azules: salmón, atún, sardinas…) y vegetales (aceite de girasol, maíz, soya…). Las grasas animales poliinsaturadas son muy beneficiosas, pero las vegetales son otra historia. El principal problema que tienen es que se oxidan fácilmente, especialmente a altas temperaturas, por lo que no deben utilizarse para cocinar. Mejor no lo consumas.

–          Grasas saturadas: La grasa saturada juega un papel clave en nuestro organismo como explico más adelante. Este tipo de grasa ha sido demonizada por la industria por su alto contenido en colesterol, a pesar de que hoy sabemos que no hay relación entre la ingesta de colesterol y las enfermedades cardiovasculares. Una de las grandes ventajas de las grasas saturadas es que son estables a altas temperaturas, y por tanto son ideales para cocinar. Nuestras abuelas, que cocinaban con mantequilla y/o grasa de cerdo sabían lo que hacían. Si esto te suena desagradable, utiliza  aceite de coco, ya que su alto contenido en grasa saturada evita que se ponga rancio al calentarlo y por tanto no genera toxinas.

En una categoría aparte están las grasas trans, ya que son básicamente grasas artificiales, creadas a partir de la hidrogenación de grasas vegetales, con el objetivo de alargar la vida de los productos procesados, a costa de acortar la tuya. Estas son las verdaderas grasas malas, evítalas a toda costa. Algunas variedades: margarina, galletas, bollería, muchos alimentos de comida rápida. Si lees los ingredientes de un producto procesado y dice aceite vegetal parcialmente hidrogenada o similar, evítalo. Es cierto que hay presencia mínima de grasas trans en carnes de vaca y en productos lácteos, pero a pesar de llevar el mismo nombre, no tienen nada que ver (desde el punto de vista de impacto en tu salud) con las grasas trans creadas artificialmente a partir de aceites vegetales.

GRASAS SATURADAS

Algunos de los beneficios  que aportan las grasas saturadas son que la mitad de las membranas celulares están formadas por grasa saturada. Su alta estabilidad y resistencia a los radicales libres las hacen ideales para la protección de las células.Juegan un papel clave en la salud de los huesos, ya que nuestro cuerpo necesita grasa saturada para fijar el calcio en los huesos. Por eso los lácteos sin grasa son una fuente poco recomendable de calcio.Mejoran el sistema inmunitario, no en vano la leche materna tiene un 50% de grasa saturada, lo que previene muchas enfermedades en los meses de lactancia.

Tu cerebro es principalmente grasa saturada, e incluso los beneficiosos ácidos grasos omega 3, no pueden ser correctamente utilizados por tu cerebro en ausencia de grasa saturada.

Es decir, la grasa saturada juega un papel muy importante en nuestro cuerpo. Éste es capaz de generar en parte la grasa saturada que necesita, en caso de que comamos menos de la que requiere. Y al revés, si aumentamos nuestra ingesta de grasa saturada, nuestro cuerpo es capaz de auto-regularse para producir menos.

Si comes grasa de animales criados industrialmente, gran parte de las toxinas que contienen (antibióticos, hormonas…) se acumulan en la materia grasa, por tanto su consumo puede arrastrar complicaciones. Además, estas grasas en general más altas en Omega 6 y con menos contenido en Omega 3, al contrario que la carne de animales libres alimentados con pasto. Es decir, el culpable no es la grasa saturada, sino la forma en la que producimos nuestra alimentación (la peligrosa industria alimentaria).

Ciertos estudios demuestran que la grasa saturada (incluso la de animales “sanos”) puede ser relativamente perjudicial para tu salud coronaria sí, y sólo sí, está en presencia de un nivel elevado de glucosa e inflamación en tu cuerpo. Es decir, los culpables de nuevo, parecen ser los carbohidratos refinados y no la grasa saturada.

Cuando reduces un macronutriente de tu alimentación, lo tiendes a sustituir por otro. Y lo que ha ocurrido en las últimas décadas es que hemos disminuido el consumo de grasas y aumentado el de carbohidratos, lo que por supuesto esto ha hecho que se dispare la obesidad, junto con la incidencia de enfermedades coronarias.