Para lograr que las mascarillas que apliques a tu rostro tengan los resultados que esperas, debes conocer tu tipo de piel, siguiendo este método:

Lava tu cara con un jabón suave, eliminando cualquier resto de maquillaje. Puedes utilizar jabón de glicerina o algún limpiador en espuma especial para la piel de tu rostro.

Seca con suavidad sin frotar con una toalla suave y espera una hora sin tocar tu cara.

Párate frente a un espejo con buena iluminación, toma un pañuelo de papel y presiona suavemente sobre tu cutis. Siente tu rostro, si sientes la piel suave, sin molestias y al pasar el pañuelo se ve limpio y seco, lo más probable es que tu piel sea normal.

Si notas tu piel con zonas descamadas y enrojecidas, y al pasar el pañuelo está limpio, tienes la piel seca.

Si el pañuelo se ve aceitoso al pasarlo por tu cutis y eres propensa al acné, tienes la piel grasa. En caso de que sientas el rostro seco o normal en algunas secciones, pero al pasarlo por la nariz, barbilla y frente se cubre de grasa, tienes la piel mixta.

También debes tener presente los problemas a tratar con las mascarillas, ya sean puntos negros, espinillas, acné quístico, enrojecimientos, entre otros. Recuerda que tu rostro es una zona muy delicada del cuerpo, por lo que presta atención si has tenido reacciones alérgicas a algunos cosméticos, como bases, sombras, labiales, jabones limpiadores, etc.

Una vez que escojas la receta de la mascarilla, es importante realices una prueba antes de aplicarla de lleno a tu rostro. Si quieres saber si eres alérgica, aplícala detrás de la oreja. Si deseas probar si irritará tu piel, prueba en un pequeño punto sobre una zona que consideres sensible. En caso de que quieras conocer si un ingrediente tapará tus poros o empeorará tu acné, prueba una cantidad mínima en la zona donde sueles tener brotes. En todos los casos, espera un par de horas para asegurarte que no corras ningún riesgo.